Rosalvino Morán Viñayo

Un salesiano de Benllera en Brasil

 

Cuando el salesiano de origen benllerano Rosalvino Morán Viñayo llegó al barrio de Itaquera, en la capital financiera de Brasil, Sao Paulo, los jefes de la droga que gobiernan allí le pusieron una pistola en el pecho. Muchos otros se habían marchado ya ante las amenazas de muerte. Pero Rosalvino no. “Les dije que me dejaran mandar porque les iba a ayudar para que sus hijos tuvieran futuro”. Ahora los hijos de los capos de la droga son campeones de gimnasia artística, actores, músicos, panaderos o mecánicos. Y el Centro Dom Bosco de Itaquera un ejemplo de cómo se puede transformar el mundo por medio de la educación.

“Nosotros no vamos a cambiar porque somos traficantes. Pero puedes ayudar a nuestros hermanos y nuestros hijos”. Así fue como los capos avisaron a Rosalvino de que le iban a dejar trabajar en paz. Desde entonces, este salesiano ha levantado talleres de formación ocupacional, escuelas de capoeira y gimnasia rítmica, una orquesta o un modernísimo centro de diseño gráfico financiado por la ONG española Manos Unidas.

“Esto combate la violencia, la marginalidad, explica el padre Rosalvino. Estamos demostrando que la periferia no somos escoria. Hay talante e imaginación. Estamos construyendo ciudadanos”.

De hecho, el centro dom Bosco acoge, entre otros, a chicos que han salido de la cárcel en libertad provisional y los prepara para la convivencia. Un psicólogo, un abogado y un asistente les acompañan en este proceso que dura al menos 7 meses, periodo durante el cual conviven con el resto de alumnos del centro, algunos de ellos discapacitados, otros que recorren diariamente una distancia de 20 kilómetros para poder asistir a las clases que se imparten en el centro.

El éxito de su propuesta salta a la vista nada más traspasar las puertas del centro Dom Bosco. Cientos de jóvenes de distintas edades saludan al visitante desde el comedor en que se reparten 7.000 comidas y la sucesión de aulas donde reciben clases de informática o peluquería, talleres de zapatería, electrónica, costura, educación física o musical. De ahí que el propio Gobierno de la nación le haya pedido ayuda para atajar la delincuencia, el hambre, o los problemas de escolarización.

 Y que el Ayuntamiento de Sao Paulo haya suscrito un convenio por el que subvenciona con 90.000 reales los talleres con los que capacita y ayuda a sobrevivir a más de 12.000 jóvenes que sin él no hubieran tenido otro futuro que la droga, la cárcel y la muerte prematura. Alguno de ellos, incluso, ha encontrado en este salesiano inquieto y decidido a un verdadero padre, como el hijo de un famoso narcotraficante al que abandonaron y cuya tutela está hoy en manos de Rosalvino.

Este religioso está haciendo milagros en Itaquera, aunque no los suficientes: “Se salvan muchísimos, pero no todos. Por eso el papel de la Iglesia acá es fundamental para combatir la violencia. Mandamos más que la policía”, se enorgullece este leonés que llegó a Brasil con 10 años. Eso sí, Rosalvino tiene clara su función: “Me apoye o no la Iglesia, yo voy a seguir haciendo lo mismo. Hay que cambiar todo y reordenar la sociedad. Y centros como éste son imprescindibles para luchar contra la violencia, la droga y el desempleo”.

Esos son, a su parecer, los grandes problemas que asfixian a Brasil, un país que, “sin eso, sería un cielo”; problemas que se repiten en toda América Latina, donde, a juicio del salesiano, la Iglesia católica siempre tendrá algo que hacer”. Ese algo que hacer, tanto que hacer, ha convertido a Rosalvino Morán en el líder político y espiritual de esta comunidad de cuatro millones y medio de habitantes que es el barrio de Itaquera. Un líder que se pasea por sus calles con el salvoconducto de ofrecer futuro a sus habitantes más jóvenes, esperanza a los más viejos y dignidad a todo un barrio.

“Yo no quiero las sobras, quiero cosas nuevas. Lo mejor, para la periferia. Sólo así iniciarán un camino diferente”. Y lo mejor lo tienen ya: la entrega, la pasión, el entusiasmo y la fe de un benllerano de Sao Paulo.

Biografía

El Padre Rosalvino Morán emigra a Brasil a los diez años con su padre y hermanos, tras quedarse huérfano de madre. Comienza a estudiar con los Salesianos de esa ciudad, y su forma de vida y trabajo le marca de tal forma que pide la admisión en dicha orden.

Ya como sacerdote salesiano funda el centro Comunitario de Itaquera, uno de los distritos más pobres de Sao Paulo, y allí trabaja desde entonces con la juventud del país. Como reconocimiento por su labor recibe varios premios de las autoridades e instituciones brasileñas. Uno de sus lemas: “globalizar el amor y luchar por los jóvenes”.

Extractos de entrevistas

Entre las iniciativas del Padre Rosalvino se encuentra un centro de Libertad Asistida para jóvenes que salen de la cárcel. "Cuando empecé a trabajar esta realidad me di cuenta de que los jóvenes estaban metidos en la violencia y en tráfico de drogas porque no tenían ocupación. Hay instituciones del Gobierno que son como prisiones para ellos; allí aprenden lo que no aprendieron en las calles. Con este programa de Libertad Asistida, la obra de Don Bosco recibe a estos jóvenes con amistad cuando regresan a la comunidad, intenta integrarlos en la familia, capacitarlos profesionalmente y darles ocupación para que no beban".

La iniciativa de mayor envergadura es un Centro de Formación Profesional y Cultura, que trata de capacitar a los jóvenes "con el apoyo de Manos Unidas, hoy disponemos en este centro de máquinas muy modernas. Esto nos permite que, cuando nuestros jóvenes tienen que disputar un puesto de empleo, no sean los últimos, sino los primeros".

Para esta tarea cuentan con varias ayudas "tenemos acuerdos con la Secretaría de Asuntos Sociales del municipio, y contamos, también con los apoyos de los gobiernos provincial y estatal. Procuramos integrarnos con todos, hasta con los empresarios. Hay empresas que saben que los jóvenes formados en los talleres Don Bosco de Itaquera vienen muy bien preparados y que tienen, además, valores y dignidad humana. Los empresarios no quieren solamente un técnico, sino una persona con dignidad y honestidad; y nosotros les preparamos así".

Rosalvino ha recibido varios premios por su labor  "tenemos una sala con medallas y trofeos a mi nombre, pero yo no soy el único que trabaja allí. El reconocimiento debe ser para el centro, que capacita, que integra, que ofrece cultura… En el aniversario de los 450 años de la ciudad, me iban a dar un premio como uno de los 30 personajes más importantes de Sao Paulo, pero no estuve, porque Manos Unidas me llamó para participar en su campaña. Estos premios son de agradecer, porque un día América me acogió, hoy es mi patria, es mi familia, y yo estoy agradecidísimo, no sólo por lo que hago yo o por el apoyo que tengo sino por toda la familia salesiana".

Colabora habitualmente con Manos Unidas "no es sólo una ONG; yo he visto en ella espiritualidad, amor, amistad, desarrollo, gente luchadora, voluntarios… hay que unir la mano de uno con la mano de otro, y formar esta corriente de solidaridad, hemos de globalizar no solamente el gran capital, que es muy salvaje y muy injusto para los pobres, sino el amor, la solidaridad, el cariño, la fe. Hemos de llevar la vida a los que no viven, a los que mueren porque nadie les tendió una mano. Y que Dios y la Virgen María les bendiga a todos. Luchemos, hasta que vida tengamos, por los marginados, especialmente por la juventud.